primavera

martes, 20 de noviembre de 2012

LOS AMANTES MARIPOSA


LOS AMANTES MARIPOSA

Hace unas semanas mis alumnos de 5º A trabajaron un cuento dónde trabajamos los derechos de las mujeres y de los niños, y vieron la diferencia entre los niños y las niñas de otras culturas.

Lo trabajamos a través de un cuento, el cuento se llamaba “Los amantes mariposa” y aquí os dejo las ilustraciones que hicieron después del trabajo, así como la página de recursos de dónde saque la idea.





Naoko, hoy es el día de tu partida. Suzuki te acompañará.

Naoko intenta protestar.


-         ¡Silencio!. Una mujer no debe responder a un hombre. ¡Nunca te conseguiré un marido si te empeñas en comportarte de esa forma! – exclama su padre. Y con un gesto furioso sale de la habitación.



Así es como Naoko, el día de su catorce cumpleaños, recibe la noticia de que tiene que dejar su hogar para irse al inmenso y bullicioso hormiguero que es la ciudad de Hioto.




Naoko ha vivido siempre en su diminuto pueblo alejado del mundo, como si fuera un minúsculo grano de arroz en un gran bol. En él nada ha cambiado desde que nació, ni los comercios, ni la plaza principal en la que tantas veces jugaba con su madre y con Suzuki. Naoko conoce cada una de sus esquinas, cada rincón, cada piedra.

El humo del incienso que envuelve la habitación le irrita los ojos, pero en realidad tiene la vista nublada de ira y de pena.

-         No quiero ir – le confiesa a Suzuki – Esta casa y sus recuerdos son todo lo que me queda de Okasan. Menudo regalo de cumpleaños. ¡No es justo!.









 
Hay un peine sobre el tocador. Naoko lo coge y se lo pasa por el cabello. Era de su madre. Aquí todo es como un mausoleo erigido en su memoria.

Naoko no era más grano que un lichi cuando ella murió. Desde aquel funesto día en el que pusieron a su madre el kimono blanco, Naoko sólo se viste de colores, como si quisiera teñir su tristeza.

Naoko sabe que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a ver su casa de nuevo. La educación de una muchacha dura por los menos cinco años. Es el tiempo que se necesita para aprender el arte de servir el té, de tocar el shamisen o de bailar con los abanicos. Y, sobre todo, es el tiempo que hace falta para aprender a comportarse. Porque una joven de mundo sólo debe hablar, levantarse, sentarse, sonreír y casi respirar en el momento adecuado

Y eso no le gusta nada a Naoko. Lo que a ella le gusta es leer, escribir poemas y haikus, reír cuando está contenta y llorar cuando está triste. Pero todo eso está prohibido a una jovencita bien educada. Naoko ve un kimono de su padre encima de Isho-tansu y se le ocurre una idea. ¡En Hioto se disfrazará de hombre e irá a estudiar literatura como un chico!


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Pero para lograrlo Naoko necesita la ayuda de su fiel sirvienta. Suzuki es la única que hará de enlace entre su padre y ellas mientras esté en la escuela. ¡Tiene que convencerla!.

-         Suzuki siempre has sido una sirviente fiel, y para mí has sido mucho más que eso. Sabes que no quiero aprender las buenas maneras. Sería tan desgraciada que moriría de pena. En Hioto, te lo ruego, déjame sola. Te escribiré al día siguiente de mi llegada para decirte dónde vivo.

-         Pero Naoko…

-         Te lo ruego… - le suplica Naoko, juntando las manos como en una oración.

Sin decir una palabra, Suzuki sale a cargar las maletas en el palanquín para emprender el viaje.



El viaje se hace interminable. El silencio es tan pesado que se puede oír         el batir de las alas de las mariposas.

     Naoko mira el paisaje con los ojos llenos de lágrimas. Cuanto más se  acercan a Hioto, más se apaga el cielo. Poco a poco, los verdes campos  van dando paso al gris de las casas apretadas unas contra otras.



A la entrada de la ciudad, Suzuki rompe el silencio:

-         Naoko, niña mía, aquí tienes el dinero destinado a tu educación. Úsalo bien y, sobre todo, cumple tu palabra. ¡Escríbeme mañana!.



Al oír estas palabras, Naoko se lanza a los brazos de su fiel sirvienta con los ojos empañados de lágrimas.


Suzuki se va en silencio, como siempre.

Naoko se quita el kimono de mujer para ponerse el que ha robado a su padre, y se adentra en el bullicio de Hioto.



Le cuesta abrirse paso en las callejuelas atestadas de gente. Perdida en la inmensidad de la ciudad y de sus propios pensamientos, Naoko tropieza de pronto con un joven.



Hamo tiene dieciséis años. El también acaba de llegar para estudiar Literatura, Matemáticas y haikus.
Enseguida se hacen amigos y deciden seguir juntos su camino. En la escuela eligen la misma habitación.




Al cabo de un tiempo Hamo y Naoko llegan a conocerse bien. Naoko disfruta cada vez más de los ratos que pasan juntos. Los cerezos le parecen más floridos que nunca, la fruta, más dulce  y sus poemas, que hasta entonces habían sido tan tristes, llevan el color de la alegría. Naoko es, sencillamente, feliz.

Hamo por su parte, no ha conocido nunca a nadie como Naoko. Ha encontrado alguien con quien compartir algo más que el estudio de la Literatura. Lo que más admira es su espíritu libre y vivo como un río.

 
Pasan tardes enteras conversando mientras pasea por los estanques de nenúfares o contemplando las estrellas en las  noches claras. Y a veces en un momento de locura, se lanzan a correr por las calles de la ciudad, gritando y empujando a la gente, y cuando ya no pueden más, se paran y ríen a carcajadas.

Los dos amigos acaban enamorándose, lo que plantea bastantes problemas a Hamo que cree que Naoko es un chico.







Una mañana, llega a la escuela una misiva para Naoko. Suzuki le  ordena que vuelva inmediatamente, Naoko, turbada, recoge sus cosas y  escribe una nota dirigida a Hamo.
Pero en cuanto llega a su pueblecito alejado del mundo, Naoko se entera de que su padre la ha prometido a un hombre importante de la ciudad vecina. Intenta escapar para volver junto a Hamo, pero ya ha caído en la trampa y su padre la tiene prisionera en su habitación.


Cuando Hamo descubre el mensaje que le ha dejado Naoko, comprende   inmediatamente el sentido de haiku que ella ha compuesto  para él.



                                                        Amor sabrá si la rana que canta es él o ella.                           



Con el corazón golpeándole el pecho, monta sobre su caballo y vuela al  lado de su amada.
En el umbral de la puerta, Suzuki lo recibe

-         Hola, sirvienta. Soy Hamo Mabuchi. Vengo a pedir la mano de la dulce Naoko, que me está esperando.

-         ¡Naoko ya no te espera! – le responde Suzuki con sequedad – Se ha prometido y está a punto de casarse. Si la amas tal y como dices, no vengas a perturbar su felicidad.

Consternado por la cruel noticia, Hamo se queda sin palabras. Vuelve a Hioto con el corazón hecho pedazos, y poco después muere de tristeza…

La víspera de la boda, Naoko se entera de la muerte de Hamo. La joven

implora a su padre que le deje dar un último adiós a quien tanto ha  amado. Él no se ve capaz de negarle este ruego.

Sin decir palabra, sin derramar una lágrima, la joven se pone el kimono blanco y se va a buscar consuelo a la tumba de su amor, con su padre y 
      Suzuki siguiéndole los pasos.


Una terrible tormenta estremece el cementerio.
El cielo parece llorar por los desdichados amantes.


Naoko abatida se derrumba sobre la tumba de su querido Hamo y, por  fin, da rienda suelta a sus lágrimas.







 De pronto, con un crujido ensordecedor, un rayo rasga el cielo y rompe la tumba. Naoko se precipita dentro en cuerpo y alma.

    En un abrir y cerrar de ojos, la losa vuelve a cerrarse y un sol radiante  

    ilumina los rostros petrificados del padre y la sirvienta.
 
Dos mariposas se escapan de una grieta de la tumba.





Juntas revolotean hacia el cielo resplandeciente.


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