LOS
AMANTES MARIPOSA
Hace unas semanas mis alumnos de 5º A trabajaron
un cuento dónde trabajamos los derechos de las mujeres y de los niños, y
vieron la diferencia entre los niños y las niñas de otras culturas.
Lo trabajamos a través de un cuento, el cuento se llamaba “Los amantes mariposa” y
aquí os dejo las ilustraciones que hicieron después del trabajo, así como
la página de recursos de dónde saque la idea.
Naoko, hoy es el día de tu partida. Suzuki te acompañará.
Naoko intenta
protestar.
-
¡Silencio!.
Una mujer no debe responder a un hombre. ¡Nunca te conseguiré un marido si te
empeñas en comportarte de esa forma! – exclama su padre. Y con un gesto furioso
sale de la habitación.
Así
es como Naoko, el día de su catorce cumpleaños, recibe la noticia de que tiene
que dejar su hogar para irse al inmenso y bullicioso hormiguero que es la
ciudad de Hioto.
Naoko ha vivido siempre en su
diminuto pueblo alejado del mundo, como si fuera un minúsculo grano de arroz en
un gran bol. En él nada ha cambiado desde que nació, ni los comercios, ni la
plaza principal en la que tantas veces jugaba con su madre y con Suzuki. Naoko
conoce cada una de sus esquinas, cada rincón, cada piedra.
El humo del incienso que
envuelve la habitación le irrita los ojos, pero en realidad tiene la vista
nublada de ira y de pena.
-
No
quiero ir – le confiesa a Suzuki – Esta casa y sus recuerdos son todo lo que me
queda de Okasan. Menudo regalo de cumpleaños. ¡No es justo!.
Hay un peine sobre el tocador. Naoko lo coge y se lo pasa por el cabello. Era de su madre. Aquí todo es como un mausoleo erigido en su memoria.
Naoko
no era más grano que un lichi cuando ella murió. Desde aquel funesto día en el
que pusieron a su madre el kimono blanco, Naoko sólo se viste de colores, como
si quisiera teñir su tristeza.
Naoko sabe que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a ver su casa de nuevo. La educación de una muchacha dura por los menos cinco años. Es el tiempo que se necesita para aprender el arte de servir el té, de tocar el shamisen o de bailar con los abanicos. Y, sobre todo, es el tiempo que hace falta para aprender a comportarse. Porque una joven de mundo sólo debe hablar, levantarse, sentarse, sonreír y casi respirar en el momento adecuado
Y eso no le gusta nada a Naoko. Lo
que a ella le gusta es leer, escribir poemas y haikus, reír cuando está
contenta y llorar cuando está triste. Pero todo eso está prohibido a una
jovencita bien educada. Naoko ve un kimono de su padre encima de Isho-tansu y
se le ocurre una idea. ¡En Hioto se disfrazará de hombre e irá a estudiar
literatura como un chico!
.
Pero para lograrlo Naoko necesita la ayuda de su fiel sirvienta. Suzuki es la única que hará de enlace entre su padre y ellas mientras esté en la escuela. ¡Tiene que convencerla!.
-
Suzuki
siempre has sido una sirviente fiel, y para mí has sido mucho más que eso.
Sabes que no quiero aprender las buenas maneras. Sería tan desgraciada que
moriría de pena. En Hioto, te lo ruego, déjame sola. Te escribiré al día
siguiente de mi llegada para decirte dónde vivo.
-
Pero
Naoko…
-
Te
lo ruego… - le suplica Naoko, juntando las manos como en una oración.
Sin
decir una palabra, Suzuki sale a cargar las maletas en el palanquín para
emprender el viaje.
El viaje se hace interminable. El
silencio es tan pesado que se puede oír
el batir de las alas de las mariposas.
Naoko mira el paisaje con los ojos llenos
de lágrimas. Cuanto más se acercan a
Hioto, más se apaga el cielo. Poco a poco, los verdes campos van dando paso al gris de las casas apretadas
unas contra otras.
A la entrada de la ciudad, Suzuki
rompe el silencio:
-
Naoko,
niña mía, aquí tienes el dinero destinado a tu educación. Úsalo bien y, sobre
todo, cumple tu palabra. ¡Escríbeme mañana!.
Al oír estas palabras, Naoko se
lanza a los brazos de su fiel sirvienta con los ojos empañados de lágrimas.
Suzuki se va en silencio, como siempre.
Naoko se quita el kimono de mujer
para ponerse el que ha robado a su padre, y se adentra en el bullicio de Hioto.
Le cuesta abrirse paso en las
callejuelas atestadas de gente. Perdida en la inmensidad de la ciudad y de sus
propios pensamientos, Naoko tropieza de pronto con un joven.
Hamo tiene dieciséis años. El
también acaba de llegar para estudiar Literatura, Matemáticas y haikus.
Enseguida se hacen amigos y deciden
seguir juntos su camino. En la escuela eligen la misma habitación.
Al cabo de un tiempo Hamo y Naoko
llegan a conocerse bien. Naoko disfruta cada vez más de los ratos que pasan
juntos. Los cerezos le parecen más floridos que nunca, la fruta, más dulce y sus poemas, que hasta entonces habían sido
tan tristes, llevan el color de la alegría. Naoko es, sencillamente, feliz.
Hamo por su parte, no ha conocido
nunca a nadie como Naoko. Ha encontrado alguien con quien compartir algo más
que el estudio de la Literatura. Lo que más admira es su espíritu libre y vivo
como un río.
Pasan tardes enteras conversando mientras pasea por los estanques de nenúfares o contemplando las estrellas en las noches claras. Y a veces en un momento de locura, se lanzan a correr por las calles de la ciudad, gritando y empujando a la gente, y cuando ya no pueden más, se paran y ríen a carcajadas.
Los
dos amigos acaban enamorándose, lo que plantea bastantes problemas a Hamo que
cree que Naoko es un chico.
Una mañana, llega a la escuela una misiva para
Naoko. Suzuki le ordena que vuelva inmediatamente, Naoko, turbada, recoge
sus cosas y escribe una nota dirigida a Hamo.
Pero en cuanto llega a su pueblecito alejado del mundo, Naoko se entera de
que su padre la ha prometido a un hombre importante de la ciudad vecina.
Intenta escapar para volver junto a Hamo, pero ya ha caído en la trampa y su
padre la tiene prisionera en su habitación.
Cuando Hamo descubre el mensaje que le ha dejado Naoko, comprende inmediatamente el sentido de haiku que ella ha compuesto para él.
Amor sabrá si la
rana que canta es él o ella.
En el umbral de la puerta, Suzuki lo
recibe
-
Hola,
sirvienta. Soy Hamo Mabuchi. Vengo a pedir la mano de la dulce Naoko, que me
está esperando.
-
¡Naoko
ya no te espera! – le responde Suzuki con sequedad – Se ha prometido y está a
punto de casarse. Si la amas tal y como dices, no vengas a perturbar su
felicidad.
Consternado
por la cruel noticia, Hamo se queda sin palabras. Vuelve a Hioto con el corazón
hecho pedazos, y poco después muere de tristeza…
La víspera de la boda, Naoko se
entera de la muerte de Hamo. La joven
implora
a su padre que le deje dar un último adiós a quien tanto ha amado. Él no se ve capaz de negarle este
ruego.
Sin decir palabra, sin derramar una
lágrima, la joven se pone el kimono blanco y se va a buscar consuelo a la tumba
de su amor, con su padre y
Suzuki siguiéndole los pasos.
Una terrible tormenta estremece el
cementerio.
El cielo parece llorar por los desdichados amantes.
Naoko abatida se
derrumba sobre la tumba de su querido Hamo y, por fin, da rienda suelta a sus lágrimas.
De pronto, con un crujido ensordecedor, un
rayo rasga el cielo y rompe la tumba. Naoko se precipita dentro en cuerpo y
alma.
En un abrir y cerrar de ojos, la losa
vuelve a cerrarse y un sol radiante
ilumina los rostros petrificados del padre
y la sirvienta.
Dos mariposas se
escapan de una grieta de la tumba.
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